sábado, 1 de octubre de 2011

el valor de lo relativo


Nos quieren hacer creer que todo en esta vida tiene un precio. El tiempo es oro, dice alguien: en algunos parkings pagas el minuto como si lo fuera. El agua, necesaria para vivir, en Murcia adquiere un valor que en otras Comunidades escandaliza. El aire, sin el que tampoco podemos sobrevivir, también tiene precio. No el aire tóxico que respiramos por la calle, sino el de casa. Pagamos por tener el aire frío o caliente según la época del año. Pagamos por humidificarlo si tenemos problemas de pulmones. Con nuestros impuestos pagamos por tener un parque limpio por el que salir a pasear ¡pagamos por poder caminar! Pagamos por la salud y el físico. Vamos a un gimnasio tres horas a la semana, pero mientras tanto usamos ascensores, escaleras mecánicas, cogemos el coche en lugar de caminar doscientos metros… y después ¡vamos al gimnasio!

El amor también se compra. Bueno, no el amor, pero sí el matrimonio. Parejas que los ves y piensas: si no tuviera dinero, iba a estar esa ‘pedazo de tía’ con él. Y viceversa. Se compra el sexo, y repito el tópico de que es el negocio más antiguo del mundo. Y digo negocio, no trabajo, porque la explotación nunca la aceptaré como trabajo. No me digan: pues hay mujeres que viven de eso. Porque también hay mucha gente que vive de pedir en la calle, y a nadie se le ha ocurrido siquiera legalizar la mendicidad como oficio. Aunque no daré ideas, porque hay tanto idiota ahí fuera…

Se compra la amistad. Bueno, no la amistad, pero sí la compañía. Personas que se rodean de otras a base de pagarles desayunos, cafés… Van siempre con una legión de acólitos y parecen las personas más sociables del mundo. Sin embargo, el día que dejen de pagar las rondas, se quedarán más solos que la luna. Igual pasa con los jefes que parecen enrollados, que creen comprar el respeto de sus empleados con pequeños ‘premios’ y comidas de empresa. Sin embargo, si los empleados tuviesen que pagar estas comidas, no iría ni el tato. Porque los jefes siempre serán jefes, y están ahí para mandar, no para ser tus amigos. Además, bastantes horas los tienes que aguantar en el trabajo como para verlos fuera de él.

Es difícil encontrar algo que sea gratis. Igual que es difícil encontrar el amor incondicional. La amistad verdadera. Los besos y los abrazos sinceros. Pero cuando los encuentras, te das cuenta por qué no tienen precio, por qué no los cambiarías por nada. Porque hay cosas que el dinero no puede comprar. Para todo lo demás… eso creo que ya saben como acaba. 

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