viernes, 26 de febrero de 2010

ROSTRO Y VOZ

Hay personas que llegan a nuestra vida sin llamar a la puerta. Cuando crees estar en paz, seguro de lo que tienes, de lo que quieres y de que la vida que llevas es la que deseas seguir llevando, entonces llega alguien que te remueve. Te hace desear hacer cosas diferentes. Me gusta esa gente. Personas que nos aportan algo, sin ser conscientes de ello. Únicamente siendo ellos mismos, nos hacen desear ser mejores personas. Movernos. Respirar hondo.

Encontrar personas así es un fenómeno que pocas veces se da a lo largo de la vida, por eso cuando nos ocurre deberíamos estar dispuestos a oír. Atrevernos a escuchar. Tener coraje para aceptar opiniones distintas a las nuestras. Mirar y dejarse mirar. Hablar y dejar hablar. Solamente de esa forma podremos darnos tal cual somos: preguntando con palabras, respondiendo con miradas. Sin guardar reproches para el final.

No es fácil darse a los demás. Abrir el corazón y ser nosotros mismos no es cosa de un día: antes hay que vencer la desconfianza y el miedo a salir herido. Aunque supongo que sólo hablo de mí ¿no?

La sociedad no necesita más dudas, sino certezas. Pese a que en ocasiones tengamos la sensación de que pocas cosas merecen la pena, hay personas que nos hacen firmar la paz con el mundo. Que nos dan una tregua. El tiempo con ellos es un paréntesis. En nuestra vida conoceremos gente muy distinta, pero pocos estarán con nosotros para siempre. Unos se alejarán voluntariamente, con otros seremos nosotros los que pondremos tierra de por medio.

Pasarán muchas personas que con el paso el tiempo solo serán un rostro que recordar. Otras se convertirán en alguien sin rostro, pero con voz. Y los recordaremos por lo que nos enseñaron. Unos pocos tendrán ambas cosas, rostro y voz, y querremos hacerles un hueco, compartir conversaciones y silencios. Jugárnosla con ellos, a ver si sale bien.

Cuando entramos en una habitación oscura, es un acto reflejo buscar la pared. Siempre necesitamos un apoyo. Un límite que nos sitúe donde estamos. Y ese límite, esos “tirones de orejas”, suelen ponerlo este tipo de personas, capaces de ver cosas en nosotros que para los demás son invisibles.

Hace poco me encontré con un amigo al que hace tiempo no veía, y me preguntó cómo me iba la vida, a lo que respondí educadamente, pero sin decir nada, como suelo hacer cuando no tengo ganas de dar explicaciones. Le dije: la vida ha dado muchas vueltas desde la última vez que nos vimos. Él pareció entender perfectamente lo que le decía pese a mi parca respuesta, a lo que únicamente añadió: y las que tiene que dar, Marta, y las que tiene que dar. Pues eso.

jueves, 25 de febrero de 2010

Podemos

'No te preocupes que esto pasará, mañana estarás bien'
'm'

Juntos podemos con todo. Te lo repetiré siempre.
Recuerda dónde está mi equilibrio,
ayúdame a no perderlo.
Sabes de lo hablo ¿verdad?

martes, 23 de febrero de 2010

Miedos

“Espera lo mejor y prepárate para lo peor” (Pessoa)

Miedo a que no sea suficiente; a tener bastante.
Miedo a estar sólo; a sentirme acompañado.
Miedo a la locura de la razón; al laberinto del corazón.
Miedo a descubrir lo que sé; a saber lo que ignoro; a creer que ya lo sé.
Miedo a la “nube negra”; a los días de colores.
Miedo a contar, sólo, las penas y alegrías; a que con tus manos no sea suficiente; a que me sobren los días.
Miedo al qué diré cuando llegue el qué dirán.
Miedo a ‘estar’ sin saber ‘ser’.
Miedo a la indiferencia; a hacer montones con soles y estrellas.
Miedo, miedo, miedo… para poder sentir que sigo vivo; para no pensar que ya he muerto.
¡MIEDO A NO PODER DORMIR; A DESPERTAR DE ESTE SUEÑO; A DESCUBRIR LA REALIDAD!

Respuestas

“Dormíamos tan juntos, que amanecíamos siameses... y medíamos el tiempo en latidos. Nos repartíamos los labios y los dientes y el hipo y del alfabeto las impares” MAGA

La mayoría de conversaciones importantes, aquellas que recordamos con el paso del tiempo, son las que se dan bajo la intimidad de unas sábanas aún calientes.

Buscaban respuestas en una cama deshecha de aguantar mentiras, que crujía con cada verdad callada. Las respuestas danzaban sobre el colchón, mientras ellos desviaban la mirada por el miedo que les producía aceptar que habían perdido. Suele decirse “si las paredes hablasen…” aunque lo cierto es que una cama también tendría mucho que contar, o que callar.

Él se volvió para mirarla a los ojos antes de preguntar:

- ¿Cuándo supiste que te habías enamorado de mí?

- Cuando empecé a odiarte.

- …

- Tus miradas me hacían sentir vulnerable. Nunca me había sentido así con nadie. Y eso me daba rabia, te odiaba por eso.

Se dio cuenta de que aunque miraba al techo, no lo veía. Sus ojos estaban vueltos hacia su corazón. Hablaba para ella, y pensó que habría dicho lo mismo aunque él no hubiese estado allí.

- Yo nunca había necesitado a nadie. Disfrutaba de mi libertad, de la soledad… no quería pensar por dos. Y menos aún dejar que otra persona decidiese por mí. Pero cuando nos miramos por primera vez aquella noche, todos mis principios se convirtieron en nada. Lo quería todo contigo. Mi cabeza me decía que saliese corriendo, pero el corazón me mantuvo clavada en la silla, expuesta a ti sin defensa posible. No lo reconocí hasta tiempo después, pero esa noche me enamoré de ti.

De súbito pareció darse cuenta de que no estaba sola, y lo miró a los ojos. Pese a que estaban en la misma cama, cabía el mundo entre ellos. Hacía tiempo que se había abierto una brecha, ambos lo sabían. Pero lo peor no era que no pudiesen salvar esa distancia. Lo triste es que no les quedaban ganas de intentarlo.

- Yo supe que estaba enamorado antes de que dijeses una palabra. Tu mirada dice mucho de ti. Tu coraza no te permite hablar, pero no hizo falta.

- Cuando eres de hielo, la gente no ve con claridad a través de tí, y te lo reprochan. Me gustaría no ser así. Hay tantas cosas que quisiera haberte dicho pero que quizá ya nunca lo haga… o quizás sí, ¿quien sabe?

domingo, 21 de febrero de 2010

Cosas que hacer

Reir hasta que te duela la barriga.
Llorar hasta que ya no puedas llorar más.
Cantar hasta quedar afónico.
Bailar hasta acabar exhausto.
Escuchar música a todas horas, porque la hay para cada momento.
Silenciar a los que no te dejen escuchar.
Escuchar lo que te tenían que decir antes de silenciarlos.
Comer hasta sentirte a punto de reventar.
Beber hasta acabar por los suelos.
Fumar hasta que un cáncer te lleve.
Soñar hasta que no te queden sueños por realizar mientras duermes.
Dormir durante horas, hasta que te duela la espalda. 
Trabajar hasta que el presidente de turno decida que debes jubilarte.
Viajar todo lo que la economía te permita.
Conducir hasta que te quedes sin gasolina, o hasta haber conseguido llegar a un lugar en el que nadie pueda encontrarte.
Quedar con los amigos hasta que dejen de serlo.
Estirar el tiempo cuando estés con esa persona especial.
Disfrutar a la familia como si no fuesen a estar ahí siempre.
Jugar como si tuvieses cinco años.
Correr como si supieses a dónde vas.
Perseguir lo que deseas incluso cuando no estés seguro de desearlo.
Escribir aunque no te lea nadie, aunque no te guste ni a ti mismo.
Leer de todo, incluso las esquelas, pues de todo se aprende.
Pelear hasta que ganes, porque hasta que no hayas ganado no se acaba la pelea.
Vivir hasta que te mueras.

sábado, 20 de febrero de 2010

¡Cambios!

Las personas cambian. Todos lo hacemos. Pero no deja de ser triste darse cuenta de que has dejado de tener en común algo con quien antes eras uña y carne. Quizás siempre fue así, me digo, solo que no era objetiva para darme cuenta.



Sí, será eso, porque ahora todo el mundo me lo dice. No ha cambiado, nosotros siempre hemos visto a esa persona como tú la ves ahora.


El caso es que ahora me resultan incómodos los cafés. Los silencios. Las conversaciones banales, vacías, huecas. El no profundizar, no hablar de nosotros, de lo que nos pasa por dentro. Sólo contarnos cosas que bien podríamos contarle a un simple conocido que nos encontráramos por la calle después de mucho tiempo.


A veces pienso que es mejor dejarlo. Que no tiene sentido mantener esas relaciones con personas que están ahí solo porque un día llegaron.


Pero por otra parte, siento que merece la pena mantenernos unidos, por lo que un día fue… y por lo que quizás un día puede ser. O quizás no.


Si alguien ha cambiado para convertirse en su opuesto, ¿por qué no puede volver a cambiar y ser quien era?


Supongo que las personas no son lo que queremos que sean. Y a ellos les pasará lo mismo con nosotros.


Es triste.

jueves, 18 de febrero de 2010

Independencia

Nos encontramos en la generación de los “neo”. De los “neo-hippies”, “neo-pijos”, “neo-yupis”, “neo-poppis”... por no hablar de los nuevos indies que vienen pisando fuerte y que perdónenme la ignorancia, todavía no sé muy bien de lo que van.
Todos estos “seres y estares” tienen su fachada, sus creencias, sus principios, ideales... (digo yo que los tendrán). Lo que resulta realmente patético es ver a un “pijo” disfrazado de “hippie”, o a un “poppi” con aires de “yupi”.

Pero, qué tienen en común todas estas tribus de nuevos “neo” que en el fondo no hacen sino reinventar un universo que ya existe, (ya saben ustedes: nada se crea, ni se destruye; todo se transforma), aparte de que sólo son “maneras de vivir”, maneras de integrarse en la sociedad para no quedarse solo. Formas de sentirse acompañado, modos de repartir la soledad entre aquellas pocas cosas que se pueden compartir con gentes que son, -si no se disfrazan y ocultan mucho- parecidas a ti (y digo parecidas porque no hay dos seres y estares iguales).
Pero al margen de estas distintas maneras de vivir que comparten las tribus hay algo más por lo que luchan todos, la todopoderosa “INDEPENDENCIA”.
Pobres ilusos, ya se pueden olvidar de ella si quieren. La independencia es simplemente un imposible. Nadie puede ser independiente, sencillamente porque siempre estaremos dependiendo de algo y de alguien, (material o inmaterial, tangible o intangible, pero siempre dependiendo).

Toda la vida luchando para conseguir la independencia y ahora me doy cuenta de que dependo de un montón de cosas: dependo del recuerdo de aquel affaire, de una buena charla con Carmen, de un ‘te quiero’ de Marta, de un mensaje de Fina Mari, de un abrazo de Jam, de aquel viaje a París, -que nunca hice- con una persona que nunca conocí.
Dependo de un rato en el parque con los sobrinos, del coñazo que dan los padres a todas horas, de los amigos que se fueron (¿por qué yo no supe estar?), de las horas muertas contemplando el horizonte con millones de pensamientos.
Dependo de la “Sinceridad”, de la “Soledad”, de la “Esperanza”, de los “Sueños”, de la “Bohemia”, de la “Cobardía”; pero también dependo de quien se atreva a entrar ahí y compartir conmigo todo eso.

Dependo de la música, de la lectura, de una noche de borrachera con el amigo Riki, de un paseo con mi madre, de un ‘te quiero’ de mi padre que nunca llega, del “sexo, las mentiras y el silencio”, de mis “Defectos personales”, de todos los que redactan las leyes, de los niños chinos que me hacen la ropa...
Dependo de aquellos que defienden ‘un comunismo contemporáneo’, pero también de la oposición: fachas y sociatas (más fachas al fin y al cabo).
Dependo de un consejo “del primo”, y me preocupa porque cada vez charlamos menos y cuando nos vemos solo hablamos.

Pues sí, dependo del pan y de las rosas, del mamoneo de los periódicos, del hip-hop, del funky, del jazz, del blues y del punk, aunque bueno, termino antes si digo que del rock. Dependo de que alguien me dé un abrazo de cuando en cuando y si puede ser a menudo mejor; de los besos, de las caricias, de las sonrisas...
Pero también dependo de las ilusiones y de la esperanza: de ser padre, de trabajar en un medio de comunicación que se ocupe de otras cosas; de lo que nadie se ocupa, -sin que nadie, excepto yo, lo mediatice-, para poder hacer mis retratos y escribir de música, poesía, letras y otros sucedáneos de diversión. Diversión para todos aquellos que piensen que la vida ya es bastante complicada como para complicarla todavía más con corrupción, muertes y agonía mientras te tomas un café tranquilamente con los colegas. Dependo de la ‘sagrada familia’ que me gustaría formar.

En fin, por si no lo saben todavía, yo soy uno de esos “neo” que antes buscaba la INDEPENDENCIA, pero ha descubierto que, se encuentre aquí o allá, siempre será DEPENDIENTE de alguien y de muchas cosas, porque si no, ¿qué sentido tiene todo esto?

martes, 16 de febrero de 2010

BRUNO

Hace un par de años, alguna “persona” abandonó a un pastor alemán cerca de mi casa, en la orilla de una carretera. A diario pasaba por allí y lo veía buscar desorientado una cara familiar entre tanto coche. Yo lo bauticé como Bruno. Se lo puse porque había pasado mucha 'hambruna'. Por eso no me dedico al humor.
Bruno no se movía del sitio donde lo dejaron, imagino que esperando que volviese su dueño. Algunos de los que pasábamos a diario por allí, le llevábamos agua y comida, por lo que al cabo de una semana el can había recuperado fuerzas para irse a buscar suerte lejos de esa carretera. Un día incluso fui con mi primo para intentar llevárnoslo a casa, pero el perro no se quería alejar de allí, por más que lo intentamos. Se dejaba acariciar. Era dócil y cariñoso, pero su cariño no era para nosotros. Y se negó a venir.


Recuerdo que una noche volvía a casa de madrugada, y llovía bastante. Era una de esas tormentas de verano. El perro allí estaba, al amparo de las estrellas, calado hasta los huesos, esperando a su amo. Me enfadé tanto, que envié un mensaje de móvil a mi primo, cabreada como estaba por tanto cafre suelto... tanto animal de dos patas. Y vagamente sonrío al recordar su respuesta (aún conservo ese mensaje), porque se puede aplicar a todos los aspectos de la vida: a veces queremos a quien no lo merece, a veces preferimos aguantar a nuestro dueño cabrón antes que intentar una vida nueva y mejor. Y a veces esperamos bajo la lluvia ese coche que nunca pasa...


Bruno tuvo un final feliz. Una pareja lo acogió en su casa, no me preguntéis como consiguieron que se fuera con ellos.


Llámadme exagerada si queréis. Pero tengo una especial sensibilidad hacia aquellos (personas o animales) que no pueden defenderse solos, y también hacia quienes no conocen la maldad ni las segundas intenciones. Y este es el caso de los perros. Que a la gente le parece un regalo perfecto para Navidad y cuando llega el verano... ¡¿qué hacemos con esto!? Por eso no me gustan las personas que abandonan perros. Se siente. Me gustan las personas que tienen corazón, soy así de exigente.


Y es que, Benjamín Prado tiene razón: hay personas que tienen suerte de ser como son, porque si alguna vez necesitasen un trasplante de corazón, les podrían poner el de una hiena, y eso les haría mejores personas.

lunes, 15 de febrero de 2010

ENCAJAR

A veces es mejor no encajar. Cuando encajas, te quedas ahí. Ya has llegado, ya no hace falta seguir buscando, seguir intentándolo.
Por eso nunca he querido encajar. Tampoco he podido hacerlo, porque no se me da bien sonreir de mentira para caer bien. Pero lo cierto es que tampoco me he esforzado en hacerlo. 
Como me dice un amigo: somos como somos, no como nos gustaría ser.
Aunque a mí me gusta ser como soy la mayoría del tiempo.
Y a tí, ¿cómo te gustaría ser?

El sillón

La reacción es inmediata, inminente y mediada. El pulso se acelera, la boca comienza a salivar, los ojos se salen de las órbitas, las manos resbalan empapadas en sudor... incluso las más bajas pasiones y los instintos más primitivos hacen acto de presencia. Y como un burro con orejeras y aparejos nuevos ya no hay otra cosa a la vista hasta que consigues tocarlo por fin; lo conquistas, -o te conquista-. Tocas el cuero con el pandero y la auto-complacencia es tal que la vanidad engorda de pura excitación. Todo rompe y salpica la tapicería del sillón al que se le ha sacado brillo con tanto mimo durante la espera, -que lo limpie el que venga o que se siente sobre su mierda, es la decisión-.

Sentado sobre él lo tocas, lo hueles, te acomodas, te recuestas sobre su respaldo y te dejas llevar, -cuánto tiempo has soñado con este momento, es tu momento, no vas a dejar que nadie te lo arrebate.

Pero el tiempo pasa y sientes la necesidad de levantarte para poder desentumecer los músculos y la mente, pero no quieres levantarte porque no quieres 'desperdiciar' ni un solo segundo, sabes que no habrá más 'segundos', no habrá más momentos, cuando todo pase tú también pasarás y nadie te recordará porque simplemente no habrá nada que recordar y mucho que olvidar. Todo eso lo sabes, pero es más fácil y más cómodo y sobre todo menos violento mentirse, y mentir a todos, que decir una verdad tan sencilla y evidente, pero también tan triste que nunca pudiste asumir como propia. Esa verdad tenía un nombre, Fracaso. Un Fracaso tan rotundo que tuviste que maquillar con una mentira a la que has decidido llamar Triunfo.

Pero el tiempo pasa y de repente te das cuenta que ya no hay tiempo. Porque el tiempo es una palabra que comienza y termina; porque el tiempo es vida, pero sobre todo es muerte, que rima con suerte, que se acaba porque todo lo que empieza acaba con el tiempo, que transcurre como las palabras sin decir, -sin hacer- nada. Y entonces decides levantarte de súbito de ese sillón, pero ya es demasiado tarde. Al levantarte y salir corriendo tropiezas con uno de los muchos enredos que hay a tu alrededor y caes de bruces a un suelo asfaltado por las miles de desilusiones que has dejado a tu paso. Intentas levantarte, pero vuelves a caer y esta vez nadie te ayuda a levantar, ni siquiera los que siempre has creído que estaban a tu lado, porque ellos tan solo querían tu caída para poder aspirar a lo mismo que tú: el poder que da ese sillón tan lleno de salpicaduras de vanidad.

domingo, 14 de febrero de 2010

BUSCANDO LAS PALABRAS

Me cuesta encontrar las palabras. Las palabras no sirven para hablar de sentimientos. Éstos tienen su propio lenguaje: las sonrisas, las miradas, los gestos, los pelos de punta, los besos, las caricias, las mariposas en el estómago y los gusanos en la boca.

viernes, 12 de febrero de 2010

Soy irracional

Hace casi un año viví un fin de semana de esos para olvidar, -pero que tristemente se repetirá-: falleció una de esas personas a la cual no veía hace tiempo, -por distintos motivos la vida nos aleja-, pero a la que quería por muchos recuerdos y pequeños momentos.
Cuando fui a abrazar a su viuda vacilé unos segundos si mirar o no la imagen del fallecido. Decidí no hacerlo, preferí quedarme con aquellos momentos y aquellas imágenes vividas años atrás. Esos momentos en los que almorzábamos todos los sábados. Una hora semanal en la que compartíamos bromas, viejas historias, -que casi siempre eran las mismas-, “consejos de padre”, -que nunca llegaron de otros labios-, y demás tonterías que merece la pena no olvidar.

Dado que la vida, -que estemos usted y yo aquí comunicándonos-, es poco más que una ‘carambola’, parece lógico pensar, después de todo, que lo único racional de la vida es su desenlace: la muerte.
Pero la muerte nunca es racional, al igual que usted y yo tampoco lo somos,
-afortunadamente-. Y no lo somos porque hay algo en nuestro interior del tamaño de un puño que es el causante de regar todo nuestro cuerpo de sentimientos. Los responsables de mantenernos vivos. Así que, eso de que el hombre es un animal racional no me lo creo. Por lo menos a mí nadie me ha enseñado a superar un desamor, a enfrentarme a la muerte de un familiar. No se nos enseña a estar y a desaparecer. No me parece justo. No estoy de acuerdo. Jamás lo estaré.

P. D: Si ustedes son seres racionales les compadezco.

LLUVIA DE IDEAS

Ojalá todo fuese evidentemente bueno o malo. Blanco o negro. Pero no existen los matices. Todo se funde, me confunde, y a veces pienso tantas veces en las mismas cosas que lo que en principio parecía lo correcto, deja de serlo.
A veces me digo que todos somos iguales, todos somos personas y por lo tanto todos tenemos los mismos derechos. Pero decir todos, es decir demasiada gente.
Una persona comúnmente conocida como honrada (ahorradme la definición, porque sé que sabeis a lo que me refiero) no puede tener los mismos derechos que los chupasangre que nos rodean, los lameculos, interesados, falsos y traidores.
Me da miedo la gente con una ideología muy cerrada y también aquellos que no creen en nada. No sé quiénes son más peligrosos.
Me dan miedo ver algunas escalas de valores en las personas, y en otras lo que me da miedo es no verlas.
No puede ser que a la hora de repartir el pastel, siempre pillen los mismos el trozo más grande. Y los que lo pillan pequeño, que se den con un canto en los dientes, porque cada vez hay más personas que no cogen ni las migajas.
Lo mío no son monólogos internos, son diálogos. Sopeso los pros y los contras de absolutamente todo antes de hacer algo, y la cago. No sé como lo hago, será un don.

miércoles, 10 de febrero de 2010

BÚSQUEDA

Por más que me busques, no me vas a encontrar.
Porque para ti, no voy a estar nunca.
Acéptalo.

martes, 9 de febrero de 2010

La dualidad del 'ser' y el 'estar'

“Ser o no ser, esa es la cuestión” Shakespeare.
Gerardo C. Saura


Ahora no ‘‘estoy’’ simplemente aquí delante de un folio en blanco escribiendo líneas porque no tenga nada mejor que hacer, (siempre hay algo mejor que hacer, pero “lo mejor” es tan superlativo que siempre cabe la duda de si es así o no). No ‘estoy’ porque ahora, hoy, puedo sentir que ‘soy’, (no sé muy bien el qué, pero ‘soy’), y eso es mucho más de lo que podía decir hace unos meses cuando tan sólo sentía que ‘estaba’ aquí.
‘Estamos’ aquí de paso y ya que ‘estamos’, de paso, ¿por qué no conseguir ‘ser’ algo o alguien para alguien?; ¿por qué no luchar un poquito por eso?
Una madrugada, en una de esas conversaciones, que merece la penar mantener, con una de esas personas, que merece la pena conservar, comenzamos a discutir la dualidad del “ser” y el “estar”, (paranoias maquinales de dos avezados amigos que echan demasiado de menos el carmín y la seda y quizás demasiado de más el centeno y la Coca-Cola).
Sea como fuere eran las seis de la madrugada y allí ‘estábamos’ los dos, contándonos cosas, experiencias que quizás en otras circunstancias no nos atreveríamos. Fue entonces cuando surgió una pregunta tan abstracta como ambigua:

- ¿Tú ‘eres’ feliz?
- No lo sé. Yo sólo te puedo decir que hoy ‘estoy’ feliz. La gente siempre está ocupada: haciendo horas extras, cuidando a los hijos, al marido, a la mujer, la carrera profesional, el título, qué hacer mañana, que hay que comprar, qué hay que tener para no sentirse inferior, etc.
- ¿Pero qué te hace feliz?
- Tengo de todo lo que una persona puede soñar: familia, casa, trabajo, salud.
- ¿Eso es todo en la vida?
- Supongo que eso es todo en la vida.
- Entonces, el sentido de la vida es el trabajo, que se acabará algún día, la familia, los hijos que crecerán y te dejarán, la mujer o el marido que se convertirán, en el mejor de los casos, más en amigos que en verdaderos amantes apasionados. ¿Qué haremos cuando eso suceda?
- No lo sé. Supongo que entonces lo menos erróneo será decir que hoy ‘estoy’ feliz.
- ¿Por qué?
- Porque hoy ‘soy’ alguien para alguien y eso es muy reconfortante.
- Enhorabuena. Eso que dices es muy complicado. La mayoría de veces la gente ni se entera de que ‘estás’ ahí, cuanto menos que ‘eres’ para ella. A veces, debemos conformarnos con existir para la otra persona. [risas].
- No, enserio, yo creo que la felicidad es la ausencia de miedos. Y hoy no tengo miedo.
- Entonces yo nunca ‘seré’ feliz porque a mí lo que más miedo me da es la soledad y la vejez.
- Nadie es tan valiente como para ‘ser’ feliz toda la vida. La felicidad se debería de medir a corto plazo. Deberíamos ser felices día a día. Nos complicamos demasiado la vida con necesidades y miedos innecesarios. Carpe Diem. Y mañana ya veremos lo que nos depara el nuevo día...

Y así continuamos filosofando durante casi una hora sobre el sentido de la verdadera felicidad; sobre si verdaderamente ‘somos’ o ‘estamos’ felices. Al final llegamos a la conclusión de que quizás la cuestión no sea tanto ser o no ser, sino más bien ser o estar; quizás la cuestión sea ser o saber ser..., ¿quién sabe?

GAFAS

- Los cristales de mis gafas están sucios. No me dejan ver con claridad.



- Es lo bueno de llevar gafas. Les puedes echar la culpa de no ver las cosas claras. A mí a veces me gustaría usar gafas...

lunes, 8 de febrero de 2010

MALAVENTURADOS (I)

Los que deciden morir en la víspera, porque de ellos es el reino del destierro.

Los que procesan el fetichismo, porque han perdido la fe en las personas.
Los que tienen miedo de enamorarse de estar enamorados, porque bastante desgracia tienen.
Los sumisos, domados y domesticados, porque su futuro ya está escrito.
Los que ya no sueñan sino pesadillas, porque el poder de la magia voló.
Los del “quiero y no puedo”, porque “quiero y puedo”, porque “puedo y lo haré”.
Los que engordan su vanidad a golpe de pecho, porque acabarán asfixiados.
Los libres de pecado, porque no son libres.
Los que se arrepienten de lo que no han hecho, porque olvidan lo que les queda por hacer.
Y los que se arrepienten de lo que han hecho, porque se estrellan en el muro de las lamentaciones.


Amén.

Gerardo

LO SIENTO

...estaba cargada...
...y al explotar, las palabras que tenía dentro de mí saltaron por los aires, cayendo sobre tí como una lluvia de piedras, formando frases horribles que en realidad no quería decir, ni sentía, y que te hicieron daño. Lo siento.

domingo, 7 de febrero de 2010

CAMBIO DE PERSPECTIVA

He dado un paso atrás para ver las cosas con perspectiva. Estaba tan encima de todo, que me era imposible tener una visión global de las cosas. Estaba tan metida en la mierda, que no era consciente de todo lo que tendría que frotarme para sacármela de encima.



Me he alejado de muchas cosas y personas en el último año, y es así como me he dado cuenta de aquellas que echo de menos y aquellas que únicamente formaban parte de mi vida por pura rutina; estaban ahí sin más objetivo. Porque un día llegaron, y se quedaron.


A nadie echo de menos ahora. Me he mantenido cerca de quienes quiero, de aquellas personas con quien me siento bien siendo yo. Aquellas que aunque no me entiendan, tampoco me juzgan. Únicamente escuchan, y eso ya es mucho.


No necesito a nadie. A quien quiero tener, ya lo tengo.

sábado, 6 de febrero de 2010

VOLVER

Ya sé que volver no es fácil. Me lo dicen tus ojos. Pareces cansado. Sé que a veces volver da flojera. A mí también me da pereza siempre al principio, y pienso: jo, qué necesidad tengo yo de meterme en esto…



A veces me dan ganas de parar. De no hacer nada. Decir basta. Al cuerno con todo. Me bajo. No juego más. Ya está bien para una vida.


Pero me conozco, y sé que una semana sin hacer, me desquiciaría. Por eso prefiero hacer. Al final lo único que nos mantiene en movimiento es precisamente eso, el movimiento. La inercia.

viernes, 5 de febrero de 2010

NO ME GUSTA

Me cabrean los ancianos que intentan colarse en todas las colas del supermercado... Y cuando defiendes tus derechos y les recuerdas que estabas tú primero, dicen que todos los jóvenes somos unos maleducados que no respetamos a nuestros mayores. El respeto no es algo que nos venga dado por la edad, ¡hay que ganárselo!



No soporto que la gente de vueltas antes de preguntarme algo que sé que quieren preguntarme. Tampoco que hagan directamente preguntas indiscretas. Ni que intenten convencerme de que alguien es tan mala persona como ellos me dicen, porque si no estoy de acuerdo no van a conseguir cambiar mi relación con esa persona. Odio que cuando comento alguna conversación que he tenido me digan: “es que deberías haber dicho eso, no lo otro”. O, mi favorita “la próxima vez que lo veas dile...”. ¡Que me dejen en paz! Aprendí a hablar muy pronto, y puede que diga cosas sin pensar, pero “libertad de expresión” para mí no son sólo tres palabras que unidas suenan bien. Es un derecho.


No me gusta que me den palmaditas en la espalda cuando algo no ha salido tan bien como esperaban de mí. Odio las sonrisas condescendientes, las miradas lastimosas. Las frases como “te lo dije”, “lo sabía...”, “estabas advertida...” me dan asco. Me da ganas de vomitar la gente que disfruta con el mal ajeno. Que critica a quienes hacen lo que ellos mismos querían hacer, pero no son capaces de hacerlo. O no tienen el valor para intentarlo. Alégrate de que otro sepa hacerlo, no lo envidies por ello. No me gusta la gente cuya única conversación consiste en hablar de programas y series de televisión, ni aquellos que te hacen una pregunta y no esperan a que respondas, sino que te interrumpen para hablar de ellos mismos.


Detesto aquellas personas que hablan de todo el mundo como “amigos”, cuando la mayoría son simples conocidos con los que apenas han cruzado una palabra. También me hacen gracia aquellas personas que por la calle apenas me saludan y cuando nos encontramos en un bar de fiesta me abrazan y me dan dos besos como si fuésemos amigos íntimos. Hipócritas.

jueves, 4 de febrero de 2010

MI SITIO

A veces llegas a un sitio y te preguntas por qué no has estado ahí toda la vida. Por qué no lo has encontrado antes. Ahora no quiero irme.

miércoles, 3 de febrero de 2010

MIEDOS

Miedo a querer y no poder. A poder y no querer. Miedo a tener algo. Miedo a que nos lo quiten. Miedo a que la felicidad no sea para siempre. Miedo a que las tristezas se queden para toda la vida. Miedo a luchar por algo. Miedo a conseguirlo. Miedo a intentarlo. Miedo a fracasar.
Miedo a ser nosotros mismos. A no serlo. Miedo a que nos juzguen y miedo a ser indiferentes. Miedo a la verdad. Miedo a las mentiras. Miedo de los enemigos. Miedo de los amigos. Miedo a necesitar tiempo. Miedo a que todo el tiempo no sea necesario. Miedo a hacer esperar y que se vayan sin nosotros.
Miedo a hacerlo y arrepentirnos después. Miedo a no hacerlo… y arrepentirnos también después. Miedo a volver a llorar de dolor. A no volver a llorar de alegría. Miedo a la gente. Miedo a estar solos. Miedo a hablar demasiado. Miedo a no haber hablado lo suficiente. Miedo a escuchar un “te quiero”. Miedo a decir “te quiero”. Miedo a coger a alguien de la mano. Miedo a no querer soltarla nunca más. Miedo a que no nos comprendan y miedo porque nos entienden demasiado bien.
Miedo. El miedo viene de serie en las personas, como si de un órgano vital se tratase. Por eso es bueno aceptarlo. Reconocer que lo sentimos, porque de una forma u otra nos acompañará de por vida. El miedo nunca se pierde, sólo se transforma en otros miedos.
Un amigo me lo dijo el otro día, y tiene razón: el miedo de los adultos es peor que el de los niños. Es más grande. Si un niño tiene miedo a la oscuridad, basta con dejarle una luz encendida en su habitación, y dejará de soñar con monstruos. Si tiene miedo de dormir solo, su madre lo acunará y en minutos estará durmiendo profundamente.
Pero a nosotros… nuestros miedos están huérfanos de cura, no sabemos de donde vienen porque el miedo ni razona ni nos deja razonar. Está hecho de otra pasta. No nos deja movernos, no cede, no se rompe. Nos impide respirar, nos hace suspirar de resignación.
Algunos de ellos no podremos superarlos nunca. La única alternativa que se me ocurre es aprender a vivir con ellos. Porque a veces nos cansamos pelear contra cosas que nos han venido sin pedirlas. Por eso me he propuesto algo que no va a ser tarea fácil: ignorar los miedos. Dejarme llevar.