"que no te deje señales,
y cuando se descuide, tú márchate"
El bicho, de los malos
Aquel no fue el primer insulto.
Tampoco fue aquella la primera bofetada. Pero sólo ella sabe qué resorte saltó
en su cabeza, para que fuesen ese insulto y esa bofetada la que le hiciesen
decidir que era el momento de irse de su casa.
Yo sabía que mi amiga sufría malos
tratos, ella me lo había contado tras callar durante años. Pero mis palabras de
ánimo, nunca le bastaron para dejar a su marido. Y ahora la tenía sentada en mi
sofá, a mi lado, estrujando contra su pecho mi cojín verde, empapándolo con sus
lágrimas.
-
El
miedo no cabe –me dijo-. No se puede vivir con miedo siempre. No es miedo lo
que debería sentir cuando lo veo llegar a casa.
Dejé que el miedo se escurriese a
través de sus lágrimas. Deseaba que el miedo se destilase en mi cojín, lo
inundase, y esperaba que cuando ella por fin se hubiese liberado de él,
bajaríamos corriendo para tirar el cojín al contenedor de basura más cercano. Pero
no era tan fácil. Lope de Vega decía que el amor tiene fácil la entrada, pero difícil la salida. Con el
miedo ocurre lo mismo.
Ella
volvió a hablarme de las mariposas, siempre lo hacía cuando me hablaba del
miedo:
-
Al
principio de casarnos, miles de mariposas se me movían en la barriga cuando lo
miraba, cuando me hablaba, cuando me tocaba… Pero eran mariposas enamoradas,
era el mejor sentimiento que existe. En cambio ahora, las mariposas tienen
miedo. Las mariposas están aterrorizadas sólo de pensar en él. Por eso cuando
le veo me da por tiritar, siento escalofríos… Y ¿sabes de lo que me he dado
cuenta esta mañana cuando me ha insultado otra vez? Que cuando las mariposas
tienen miedo, es el momento de escapar.