Hace varios años, un amigo al que también le gusta ‘arrejuntar’ palabras, me envió un poema suyo titulado
‘Ejercicio de tristeza y melancolía’. Este título me gustó, y fue una frase que
usé, cambiando el contexto, en uno de mis relatos, unas tintas que aún están a
medias… Cuando le envié mi relato (apenas unos cinco folios inconclusos), me
dijo que le había gustado el uso que había dado al título de su poema, y que me
iba a decir otra frase para que la usase cuando lo creyese conveniente porque,
según él, yo le daría mejor uso a sus palabras. Me dijo: ‘la literatura es una
puta, le vale cualquier cosa’. Y me insistió: recuérdala, y algún día ¡úsala!
Aquí estoy, años después,
bloqueada ante el ordenador, que si hiciera honor a su nombre, debería ayudarme
a ‘ordenar’ las cosas que tengo en la cabeza, canalizarlas hasta la pantalla,
pero no. Hoy pretendía hablar de un tema que me ha tocado de cerca en varias
ocasiones: la renuncia de una madre a su hijo para darlo en adopción. Quería
romper una flecha a favor de estas madres, acercarles ellas, al dolor de dar tu
sangre, a las motivaciones que tienen, a las oportunidades de las que carecen,
al vacío que les queda y no consiguen llenar.
Me enciende el desprecio en la
gente cuando oyen que una madre ha dado a su hijo en adopción. Ese arrugar de
nariz, esa superioridad, ese ‘yo nunca lo haría’. Y a todas esas personas les
diría que no juzguen sin conocer, que no etiqueten si no tienen ni puta idea de
lo que significa en algunas culturas para una mujer soltera quedarse con su
hijo. O mujeres sin más posibilidad que darlo, pues igualmente se lo van a
quitar por no poder atenderlo. Cada persona, merecemos respeto por el hecho de
serlo, más allá de nuestros actos, que a veces nos ensalzan, y otras nos condenan.
Pero quiero decir tantas cosas, y
tan en caliente como estoy esta tarde con el tema, que he recordado la frase
que me dijo mi amigo, eso de que la literatura es una puta, pues le vale
cualquier cosa. Pues no, siento decirles, que para mí no vale cualquier cosa. A
mí me cuesta escribir sobre cosas que me han tocado el corazón, al menos cuando
están muy recientes. Y lo siento, pero temo no haber dado un buen uso a la
frase que me regalaste, mi querido Fran Past.
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