domingo, 26 de diciembre de 2010

flash back

'A veces, los días están repletos
de esquinas y 
yo me araño
con todas'
Vega Cerezo

Recuerdo que, cuando era niña, había días en los que me sentía muy triste. Escribía bajo la sombra de un pino mi tristeza en el diario que en ese momento llevase entre manos. Escribía sobre un sentimiento que no acababa de comprender, sobre un dolor que no terminaba de doler. Los sentimientos de tristeza pasaban rápido, sin saber bien a qué se debían. 
De niño sientes miedo por un dolor que no entiendes, que nadie escucha cuando intentas explicarte. 
De mayor sientes un dolor que sabes muy bien a qué es debido, y aunque quizás alguien estaría dispuesto a escucharte, no puedes hablar, se te ha olvidado cómo hacerlo.
Busco apoyo. Pero no sé que es lo que falla: si yo o el mundo, pero tengo algo difícil de explicar, que no sé como compartir, que no quiero destapar.
Los apoyos no están porque en el fondo yo no quiero apoyarme en nada ni en nadie. Quiero poder, poder sola. 
A veces me pregunto si esto es todo, si de verdad no hay soluciones. Si alguien las busca.
A veces dejo de creer en las personas. Entonces todo deja de tener sentido, porque si las personas no merecemos la pena... para mí no hay nada más.
Busco. Busco una sonrisa por la calle. Una mirada de esperanza. Una expresión de amor desinteresado. Busco una palabra que me convenza. Una canción que me haga sentir. Una película que me remueva. Una persona que no sea como todas. Una lágrima que no sea salada.
El mundo gira por inercia. Porque sus engranajes fueron diseñados para eso. Mi tristeza es que las personas, pese a no ser máquinas, también nos movemos por inercia. Seguimos un camino invisible en el suelo pero grabajo en nuestra cabeza como tallado en piedra. Somos esquemas, programables como en 'un mundo feliz' de Huxley. 
Idiotas por vocación. Programados como canales de televisión.... me gustaría que la máquina se rompiera. Que explotase, saltando en mil pedazos. Volver a las cavernas. Olvidar que somos sapiens sapiens... empezar de cero. 
El mundo necesita una segunda oportunidad, aunque sea para cagarla de nuevo.

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