Bórrame del mapa. De tu cabeza. Tienes que olvidarme. Cierra los ojos, concéntrate en mi imagen. Sé que la recuerdas bien. Coge tu goma de borrar, la más grande que encuentres, y bórrame.
Empieza por la cara. Desliza tu goma por ella. Borra los ojos que te miraban sin verte, las orejas que mordías cuando ya no te escuchaba. Las mejillas que se sonrojaban cuando me susurrabas al oído. La nariz que te olía cuando no estabas, la boca que te besaba y mordía por igual.
Baja hasta el cuello. Tú también puedes besar y morder antes de borrarlo, por última vez.
Deja caer la goma sobre tu parte favorita, el pecho. Pásala en círculos. Frótala suavemente o con fuerza. Hazlos desaparecer de tus recuerdos con tristeza. Exprime la goma hasta que no veas ni su sombra.
Continúa con mis manos y brazos. Manos que te acariciaron donde nunca antes lo habían hecho y brazos que te agarraron cuando no me imaginaba lo que sería estar sin ti.
Si sigues bajando, llegarás hasta mi ombligo, con pelusa incluida. Puedes lamerlo, incluso, por los viejos tiempos.
Continúa hacia abajo, hacia las caderas. Bórralas en movimientos horizontales, verticales, circulares... como tú prefieras.
Recréate en mis partes húmedas, como tú las llamabas. Bórralas despacito y con la pena de saber que nunca más las verás.
El descenso te llevará a mis piernas. Delgadas pero fuertes. Fueron mis aliadas para salir corriendo de tu lado.
Por último, bórrame los pies. Eso pies que me llevaron hasta ti cuando todos los demás caminos eran acertados.
Sublime ese estómago... Que no se borre nunca.
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