‘pocas personas, demasiada gente’ Fito
Ayer tuve tiempo de pensar. Sí, un hueco en un día que comenzó de noche, cuando muchos se acostaban yo me tenía que levantar.
Por la tarde, necesitaba parar. Me pesaban lo pies. Estaba cansada, mi cuerpo tiene memoria, y aún recuerda las siestas de este verano… así que pasadas las vacaciones me juega una mala pasada y en un horario en el que hace quince días hubiese estado durmiendo, ayer tenía que estar sentada en una cafetería, tomando Coca-cola para espabilarme, en un hueco de horario en el trabajo.
Beber era inercia. La excusa para que me dejasen estar sentada en esos sillones tan cómodos, y no en un parque, con la temperatura que hacía. La televisión era una pamplina, para fingir mirarla atentamente cuando lo que hacía era prestar atención a las conversaciones de mi alrededor: Esas ‘eses’ que suenan tan forzadas en Murcia, tantas frases acabadas en ‘tía’, ‘ya ves’, ‘ya te digo’, ‘te lo juro’. Muletillas que no hacen sino confirmar que nadie escucha a nadie. Decirlas para no tener que elaborar frases sobre lo que nos están contando, porque en verdad no nos importa. Escuchar hablar a estudiantes para darte cuenta de que la única motivación para estudiar lo que estudian es el dinero que (supuestamente) cobrarán cuando trabajen (si es que tienen trabajo al terminar).
Los motivos nos forman. Nos ensalzan o nos envilecen. No es lo mismo hacer algo porque te gusta que porque te obligan. Hacerlo por joder o porque no sabemos hacer otra cosa. Cuestiono todo eso, sí. La gente también me cuestiona a mí. Pero entendedme, prefiero un médico de vocación a uno que estudia por una nómina. Prefiero un abogado preocupado por los derechos civiles que no por formar parte de casos mediáticos con los que saben que pegarán un pelotazo y tendrán publicidad (positiva o negativa) gratuita.
Al final, conseguí lo que se me da mejor: abstraerme. Tras varios minutos de escuchar porque parece inevitable no hacerlo, conseguí desconectar. Alejarme del ruido. Fijé mis ojos en un lugar concreto, y me relajé. Disfruta de la coca-cola, me dije. Lo demás… ya vendrá.
Y es que, quien lo diría teniendo en cuenta a lo que me dedico, cuando quiero se me da muy bien no escuchar.
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