“Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción.
Cuántos besos me perdí por no saber decir ‘te necesito’”
Joaquin Sabina (el rey)
No se puede ser feliz o infeliz por comparación. Te sientes feliz porque hay mucha gente más desgraciada que tú. Te sientes infeliz porque hay también mucha gente que tiene la vida más fácil que tú. Mides tu felicidad según con quien te dé por compararte esa mañana. Eso no es ser feliz, porque (aunque suene a filosofía barata) la felicidad tiene que empezar por ti mismo. Si no te aguantas ni tú, no te aguantará nadie. Si eres incapaz de ser feliz solo, no podrás estar acompañado.
Siempre habrá alguien más alto que tú, alguien más bajo. Una persona que te haga sentir inferior y otra con la que te sientas el rey del mundo, como Dicaprio en aquella peli, la peor de su carrera.
Mira tu ombligo por una vez. Sí, siempre critico a quienes únicamente ven su ombligo, a quienes no les alcanza la vista más allá de su nariz. Me gustan las visiones amplias. Conocer un lugar antes de juzgar a sus habitantes, porque como dice Sabina: todos los vascos no van con metralleta. Y como digo yo: todos los andaluces no tienen gracia, algunos ‘ni chispa’. Pero ahora, te pido lo contrario, que mires tu ombligo. Comparar es lo fácil, lo barato, pero mira que tienes en tu casa. Plantéate si puedes ser feliz con tu familia, con tu pareja, si tus amigos lo son… No veas la paja en el ojo ajeno. Ni grites cuando creas llevar la razón, porque la razón se pierde por las formas.
El otro día, pensaba mucho en esto, en el hecho de la comparación. Estaba hablando con otras personas que trabajan en lo social, y no me gustaba esa actitud de ‘pobrecitos los excluidos, vamos ayudarles’. En un tono de superioridad que no es real, porque un excluido es una persona más, como tú y como yo, y porque por tu profesión tengas la suerte de poder echarle una mano, al final el que decide si sale del pozo o no es él: con su actitud, con su lucha, con su seguridad. No se les puede mirar por encima del hombro. A nadie. Y es que hay que olvidar las cosas que se aprenden en la universidad, en la que lo primero es ‘detectar que necesita una persona para dárselo’. No. No hay que ver únicamente las carencias. Hay que ver las capacidades de la persona, sus posibilidades. Fomentar lo bueno que hay en ella. Porque siempre hay muchas cosas buenas, y las cosas malas son coristas de burdel que quedan en segundo plano. Al menos a mí, esta filosofía me gusta más que la que me enseñaron mis ‘ilustres’ profesores.
En fin…
Sé que he tenido este blog bastante abandonado. El tiempo no me sobra. Y últimamente lo he aprovechado para leerme varios libros que ya protestaban en la balda por mi dejadez. También escucho mucha música, a mi rey Sabina que me encandiló en concierto, el único putero que me cae bien. Al menos que yo sepa, porque no todos lo reconocen. En cambio él, le dedica canciones a la meretrices, qué tío...
Mejor que te calles, no creo en quimeras.
Me han traído hasta aquí tus caderas, no tu corazón.
Me han traído hasta aquí tus caderas, no tu corazón.
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