miércoles, 14 de julio de 2010

arrugas


Estoy demasiado tiempo aquí. Empiezo a arrugarme por dentro. Así lo siento. Es como cuando llevas mucho tiempo metida en el agua, y empiezan a arrugarse los dedos, y ponerse ásperos. Eso es un aviso físico para que nos salgamos de la piscina. Porque si no lo siguiente será enfriarnos, tiritar, que los labios se amoraten…
La tristeza, el miedo… me han tenido estancada unos meses. Me sentí cómoda teniendo miedo, y decidí quedarme ahí. Por qué no. El miedo justifica el mal humor. Los silencios. Las lágrimas. Y ahí, donde habita el miedo, no hay solamente agua. Hay fango, arena y bichos microscópicos que me herían por dentro: las dudas, la impotencia. Sí, ahí me llevó sin duda la impotencia. Es lo que sentimos cuando nos damos cuenta de que hay cosas que se nos van de las manos, que no podemos cambiar, que no dependen de nosotros… perdemos el control.
Pero ya empiezo a estar arrugada. Cansada de sólo tener ganas de dormir y de sentirme mal por hacerlo.
Toca salir del agua. Del miedo. Apretar los dientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario