Reir hasta que te duela la barriga.
Llorar hasta que ya no puedas llorar más.
Cantar hasta quedar afónico.
Bailar hasta acabar exhausto.
Escuchar música a todas horas, porque la hay para cada momento.
Silenciar a los que no te dejen escuchar.
Escuchar lo que te tenían que decir antes de silenciarlos.
Comer hasta sentirte a punto de reventar.
Beber hasta acabar por los suelos.
Fumar hasta que un cáncer te lleve.
Soñar hasta que no te queden sueños por realizar mientras duermes.
Dormir durante horas, hasta que te duela la espalda.
Trabajar hasta que el presidente de turno decida que debes jubilarte.
Viajar todo lo que la economía te permita.
Conducir hasta que te quedes sin gasolina, o hasta haber conseguido llegar a un lugar en el que nadie pueda encontrarte.
Quedar con los amigos hasta que dejen de serlo.
Estirar el tiempo cuando estés con esa persona especial.
Disfrutar a la familia como si no fuesen a estar ahí siempre.
Jugar como si tuvieses cinco años.
Correr como si supieses a dónde vas.
Perseguir lo que deseas incluso cuando no estés seguro de desearlo.
Escribir aunque no te lea nadie, aunque no te guste ni a ti mismo.
Leer de todo, incluso las esquelas, pues de todo se aprende.
Pelear hasta que ganes, porque hasta que no hayas ganado no se acaba la pelea.
Vivir hasta que te mueras.
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